Adormecido por la guerra
En un mundo tan seguro de sí mismo, decir algo se siente cómo un acto histriónico.
Fotografía por Jawad Al Madhi
“Hago una invitación a toda la gente del mundo a convertirse en escritores.
Hay una responsabilidad que todos debemos tomar, que tienen que escribir acerca de lo que ven y sienten. Puede ser acerca de todo. De comer cena con su familia, de los viajes a la playa, de observar la puesta del sol, etc.
Pero permitan que Gaza sea parte de ello. Escribe lo que ves en la televisión, en Facebook, Instagram, Twitter (X), etc. lo que ves como parte de la raza humana.
Pon tus sentimientos en la página (o en un aparato electrónico), guárdalo para tus hijos y tus nietos, para que así ellos sepan lo que viviste como ser humano. Cómo sufriste con/como nosotros” - Mosab Abu Toha, poeta palestino.
Escuché esta cita en un taller de escritura. Acepté la invitación a escribir del momento que vivimos, y me sentí incapaz de expresar algo coherente de la situación entre Israel y el pueblo palestino. Mi alma se sentía adormecida, como cuando te despiertas con un brazo pegado al cuerpo pero sin poder sentirlo. Me sentía igual, pero insensibilizado de la consciencia, del corazón.
¿Será que no me importan las vidas palestinas e israelíes? pensé, ¿será que me he desensibilizado después de ser testigo de tanta violencia?. Tenía más preguntas que respuestas, en un mundo tan seguro de sí mismo, decir algo se sentía como un acto histriónico, una actuación egoísta, pero sin valor real.
En el 2019, durante una visita a Ramala, capital de Palestina, me di a la tarea de buscar un taxi. Iba en dirección a Jerusalén, había pasado una semana reuniéndome con organizadores y emprendedores palestinos. Necesitaba un aventón a una terminal de autobuses para unirme a un programa de Latinoamericanos visitando la región. Las calles estaban desoladas por ser viernes, era el día de descanso, y solo encontré un taxi estacionado afuera de una tienda de abarrotes. Me asomé y vi a un hombre que al parecer era el dueño del auto. Le pregunté si podía contratarlo, y me dijo que de momento no estaba trabajando, que su esposa lo había mandado a comprar pollo, y que no encontraba por ningún lugar. Me dijo que en un poblado cercano seguro había, que si quería, él me podía llevar a otra puerta de entrada a Jerusalén que quedaba en esa dirección. Le dije que si, subí mi maleta a la cajuela, me senté en el asiento de enfrente y comenzamos a charlar.
El taxista me contó que el hecho de no encontrar comida era común. La distribución de alimentos y otros bienes está organizada por zonas asignadas por el gobierno de Israel. Palestina está fracturada en varias zonas, algo parecido a un rompecabezas de fronteras creadas por Israel, y cada región tiene sus propios gobiernos. En Gaza por ejemplo, desde el 2006 gobierna Hamas. En Ramala, la Autoridad Nacional Palestina desde 1995. Así que depende mucho de las relaciones que el gobierno de Israel tenga con la administración de la zona, o los conflictos del momento, la manera en la que son abastecidos víveres y medicamentos a comunidades de la región.
De pronto salimos de la ciudad, y comencé a ver las vallas y muros que rodeaban los poblados. Pasamos por retenes en los que militares armados solo nos seguían con la mirada. En una ocasión le hicieron algunas preguntas al taxista. Me confesó que era normal que los interrogaran, y en ocasiones hasta que los detuvieran. La salida a comprar pollo se había convertido en el riesgo de ser cuestionado, detenido y hasta potencialmente asesinado.
En todo el camino vi un muro dividiendo las tierras. Una muralla de concreto, permanente, que me hizo pensar en las similitudes de la nuestra en la frontera de Estados Unidos con México.
Por el retrovisor vi un auto de policía israelita que se acercaba. El taxista me dijo que no los mirara directamente, que por la hora del día y el hecho de que era viernes, podrían pensarnos sospechosos. Volteé la mirada con miedo y me quedé callado. “It’s OK, we are used to this”, me dijo el conductor con una sonrisa enorme. Y parecía genuino, en todo el tiempo que pasamos juntos, no paró de bromear, de hablarme de su familia, de pedirme que le enseñara español.
Nos acercamos a un poblado, se bajó corriendo y regresó a los minutos con un pollo en una bolsa de plástico rosa. Me dijo que su esposa lo rellenaría de arroz y especias, y lo envolvería en un tipo de pan-tortilla. Todo eso iba a ser horneado para comérselo en sus jugos. Se me hizo agua la boca, y me dijo: “you are welcome to come”. Le di las gracias por su generosidad, pero me tenía que ir.
Ya llegando a lo que parecía una frontera internacional militarizada, se despidió de mí, y me pidió que le saludara al mar. Algo que casi todos los palestinos de Cisjordania (West Bank) que conocí me mencionaron. El deseo de conocer el mar. Un sueño que no es posible debido a que no tienen libre movimiento en la región, y en algunos casos salir de su zona significa no poder regresar.
La guerra está en otra fase de su proceso, no comenzó el 7 de Octubre del 2023 con el ataque de Hamas. La región vive tensa, pidiéndole al mundo que no volteemos la mirada. Que sepamos realmente lo qué pasa día a día en sus vidas.
Para esto comencé la bella práctica, para intentar darle sentido al momento, para escribir de lo que sucede y como lo veo. Así que me atrevo ahora a opinar, y convertir esta indignación que siento en acción. Invitarnos a no ignorar la injusticia, entender un poco más del contexto histórico, y si no tenemos nada que decir, por lo menos tener algo que hacer.
Una de las cosas más simples es comenzar con el sentido de humanidad. En las últimas semanas he contactado a personas que conozco que son judías. Les he preguntado cómo se sienten y cómo ven las cosas. La verdad es que no estoy de acuerdo con la brutalidad militar con la que el gobierno de Israel ha reaccionado. Pero eso no me priva de ofrecer consuelo a alguien.
Reconozco que el ataque repentino de Hamas y el hecho de que todavía tienen a personas judías como rehenes es doloroso para sus familias. También comprendo que la manera en que la discusión pública nos ha obligado a estar a favor o en contra de estos dos pueblos, ha elevado el antisemitismo y la islamofobia en todo el mundo, y que en verdad esta polarización no nos permite ver la humanidad en el otro.
Han muerto más de 30,000 personas en el bombardeo indiscriminado contra el pueblo palestino. Más del 70% de ellos mujeres y niños, y casi el 90% de la población ha sido desplazada. Así que he enfocado más de mi tiempo en preguntarle a amigos palestinos y organizadores en contra de la guerra como se sienten, qué necesitan de momento. Me he dado a la tarea de escuchar, de ofrecer palabras de aliento, y aprender qué es lo que más necesitan. Todos me han declarado un dolor muy profundo, falta de sueño, desesperación y mucho coraje. El ofrecerles cariño, un oido, y apoyo ha sido lo que puedo hacer.
Estoy 100% convencido de que Palestina merece ser libre. El gran error del gobierno de Israel es que ha permitido la expansión de sionistas colonizadores por décadas, y ha atropellado los derechos a la tierra de familias palestinas por medio de la fuerza. Los ataques de Hamas, aunque no los justifico, no fueron simplemente un acto de violencia esporádica. El verano pasado cientos de familias palestinas habían sido desplazadas de la zona, y la tensión había crecido. Este tema no comenzó en el 2023, y probablemente no tendrá solución en el 2024, pero ciertamente el fuego, la violencia, tienen que parar.
Dado a que pienso que la situación actual en la región es una injusticia en contra del pueblo palestino, he intentado encontrar organizaciones que apoyan de muchas maneras a la gente de Gaza. Desde grupos de artistas, investigadores, negocios, psicólogos, etc. Hay una gran necesidad, y desafortunadamente las autoridades internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, han sido aún más limitadas a la ayuda que pueden ofrecer. Las organizaciones no gubernamentales están jugando un papel muy importante. Apoyar monetariamente o como voluntario es extremadamente útil.
De igual manera podemos poner presión a nuestros representantes, exigiéndoles que llamen a un alto al fuego, y que invirtamos en la reconstrucción de la región, y no en la expansión de armamentos y equipos militares. En Estados Unidos, municipalidades de todo el país están discutiendo resoluciones que llaman a detener el bombardeo, y en países Latinoamericanos los gobiernos están ofreciendo ayuda humanitaria y económica.
Por último, la cantidad de información que sale de la región es como intentar tomar agua de una catarata. Así que me he dado a la tarea de seguir voces que están dentro de la zona [como esta, esta y esta]. Personas que dan partidas de lo que sucede diariamente sin sensacionalismos ni victimizaciones infundadas, y pueden ayudarnos a entender las necesidades más urgentes.
El mundo de hoy lucra de nuestra atención, y algunas plataformas de medios sociales se han tornado al amarillismo para vendernos ira e indignación. Aún cuando no tengamos nada que decir, podemos apoyar con recursos o nuestro tiempo. Y si todo lo que podemos hacer para apoyar es decir algo, que lo que expresamos de verdad ayude a la gente más necesitada, y no se quede en un acto de egoísmo, o un performance.
Apoyar a la gente afectada por la guerra no es un acto bueno o malo, que nos haga una persona mejor o peor, sino una posibilidad. Apoyar en estos momentos es un acto de empatía, una manera de buscar justicia en la acción, y eso es justamente lo único que puedo hacer de momento.
Y tu, ¿sientes algo por lo que está pasando?. ¿Has podido convertir la indignación en acción?.
Aquí te dejo la historia de lo que pasó con el escritor que mencioné al principio. Uno de tantos que ahora hace de otro país su hogar.
Muy interesante e importante saber todo esto porque no sabemos la realidad de lo que está pasando felicidades por la información