Bellas cosas y una práctica #4
Una lista de cosas que me gustaron últimamente.
Fotografía: Sara Escobar
Si es tu primera vez por acá, bienvenidos. Soy un escritor mexicano que vive en Estados Unidos y utilizo este espacio para practicar la creación literaria. Comparto ensayos, relatos, crónicas, poesía y todo lo que me ayude a seguir avanzando en la práctica de escribir.
De vez en cuando publico esta edición a la que llamo Bellas cosas y una práctica, donde reúno aquello que me inspira o que moldea lo que escribo, junto con algo que espero también les sirva en su propio proceso creativo.
Estoy trabajando en una novela que ha cambiado de forma varias veces a lo largo de los años. En esta última etapa, he estado leyendo mucha fantasía —incluida la ciencia ficción, el relato especulativo y otros géneros que permiten imaginar mundos distintos—, así que varias de las recomendaciones vienen de esos territorios.
Ayúdame a hacer crecer esta comunidad compartiendo La Bella Práctica. Y, como siempre, agradezco profundamente a quienes apoyan económicamente este proyecto: su generosidad me permite tomar talleres, residencias y asistir a conferencias que alimentan mi camino como escritor, y que después comparto por aquí.
Si crees que hay algo que debería aparecer en futuras listas de Bellas Cosas, compártemelo. ¡Nos leemos pronto!
Bellas Cosas
Un show.
Estamos en una era de mundos alternativos. Severance, Eternauta, The Handmaiden y muchas otras series muestran que la ciencia ficción está por todos lados, como si necesitáramos huir de esta realidad y, al mismo tiempo, encontrar nuevas formas de explicarla. Foundation no es un show perfecto —adaptar un conjunto de novelas y cuentos de Isaac Asimov en una sola narrativa es casi imposible—, pero lo que Apple TV logró tiene algo adictivo.
La historia ocurre en una galaxia dominada por un imperio en decadencia: un grupo de científicos que puede predecir el futuro, tensiones entre el poder y el pueblo, y las grietas que poco a poco deshacen aquello que creíamos inamovible. La serie ya tiene tres temporadas; para mí, la primera y la última son las más sólidas. El elenco funciona bien y los efectos visuales son deslumbrantes en cada episodio.
Lo que más me atrajo fue ver cómo los imperios, que parecen tan irrefutables y tan cimentados, pueden venirse abajo con apenas un par de circunstancias.
Un libro.
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol
Mónica Ojeda
Leer esta novela me recordó la sensación de estar en un viaje alucinógeno. Ojeda, escritora ecuatoriana, utiliza la cosmovisión andina para narrar una historia que comienza en un festival de música y termina en un bosque cercano a un volcán. Cada capítulo está contado por un personaje distinto, y ella logra diferenciar esas voces de manera magistral: no solo entretiene, sino que nos hace dudar de quién dice la verdad —y si la verdad importa.
Mis momentos favoritos fueron aquellos en los que los chamanes eléctricos conjuran tormentas, caballos y viajes astrales, y las descripciones del mundo natural andino, tan extraño y tan bello. Ojeda nos hace alucinar, pero la novela es, en esencia, un relato sobre la paternidad y la amistad. Algo profundamente humano que, envuelto entre máscaras y bailes, se vuelve un regalo.
Una exhibición.
Phoenix Desert Botanical Garden
El Desierto de Sonora es el más biodiverso del mundo. En parte, porque es uno de los pocos desiertos de alta elevación con dos temporadas de lluvia. El Jardín Botánico de Phoenix presenta Desert Pulse, una instalación multimedia que, mediante video y animación, revela la fragilidad, la belleza y la resiliencia de las plantas del desierto.
Con timelapses grabados durante semanas o meses, las flores de las cactáceas parecen llamar, hablar, exigir, moviéndose como si bailaran para atraer polinizadores. En un momento, un saguaro gigante de más de cien años se desploma lentamente, captado por decenas de cámaras desde distintos ángulos. Es una escena íntima y devastadora.
La exhibición nos recuerda cómo lo que llamamos desarrollo está rompiendo el equilibrio natural y arrasando incluso con los ecosistemas más resilientes del planeta. El colectivo ScanLab utiliza imágenes transparentes y multidimensionales que hacen sentir como si viéramos el paisaje en una radiografía multicolor.
De lo mejor que he visto en mi ciudad. Y una excusa perfecta para venir a visitarme.
Una obra de teatro.
David Mendizabal
Hace unas semanas hice un recorrido por varias casas que formaron parte de una red donde se recibía a personas Negras que escapaban de la esclavitud en los estados del sur de Estados Unidos: el llamado Underground Railroad. Es una historia ya muy documentada, pero Mexodus cuenta algo que pocas veces se menciona: las más de 40,000 personas que huyeron hacia el sur, a México.
Con un talento desbordante, los actores construyen la música con sonidos en loop, cantan, rapean y alternan diálogos entre Henry y Carlos, los personajes que narran la historia. Algunos la han llamado “la nueva Hamilton”, no solo por su musicalidad, sino también porque es una obra llena de energía y potencial.
Tras el éxito reciente que tuvo en Nueva York, es casi seguro que salga de gira. Y como dijo Lin-Manuel Miranda: “si pueden, ¡vayan a verla!”
Un disco.
Ed Maverick
Me había resistido al género que yo llamo “sad boy”: estos chavos que cantan desgarradas canciones de desamor y salud mental. La verdad, no me movían; no me hacían sentir nada más que lástima por ellos. Mi amiga Minerva me presentó a Ed Maverick hace unos años y, cuando lo escuché por primera vez, pensé: “ah, está padre”, pero hasta ahí. Cada vez que sacaba un disco lo volvía a oír, y ahí quedaba.
No sé si es el ambiente en el que vivimos, si yo mismo me he vuelto más sensible en mis relaciones, o si Ed está más profundo en este álbum, pero no he dejado de escucharlo desde que salió su primera versión: una sola canción de casi una hora que nos obligaba a oír el disco completo. Ahora, con los tracks separados, he podido ponerlo en shuffle y descubrirlo de otra manera.
La música es sencilla e íntima. La letra habla de dejar ir lo que no importa, de vivir más lento, algo que he disfrutado últimamente. Si ustedes son fans del “sad boy”, recomiéndenme a otros: Ed Maverick me abrió el apetito.
Un artículo.
Portfolio: The Trap at 26 Federal Plaza
Photographs by Stephanie Keith
By Andrew Rice and Paula Aceves
He estado involucrado en el movimiento por los derechos de los inmigrantes por más de dos décadas. En su momento, reporté historias de padres que buscaban a sus hijos en el desierto, centros de detención, políticas de deportación y mucho más. He visto y procesado tanto que, a veces, evito leer sobre el sufrimiento de estas comunidades, quizá para no causarme más daño emocional.
Aun así, sé que no puedo ignorar lo que está ocurriendo con los esfuerzos —cada vez más agresivos— de la Gestapo gringa para deportarlos. Por eso soy muy selectivo con lo que leo sobre este tema. Tuve la fortuna de encontrar esta revista en su versión impresa, y el fotoreportaje sobre las estrategias de detención en el piso 12 del edificio 26 Federal Plaza es uno de los más poderosos que he visto.
Este trabajo periodístico nos muestra, con valentía, lo que sucede en lugares de opresión que el ciudadano común casi nunca ve. Les recomiendo leer el artículo, observar con detenimiento las fotos y escribir a partir de lo que vean.
A mí, por ejemplo, me inspiró a escribir un cuento corto sobre una de las figuras retratadas: “The Icecle”.
Photo by: Stephanie Keith
Una práctica.
Talleres y cursos
Comencé a escribir a los 14 años. Al inicio era un intento de poner en palabras lo que sentía durante la adolescencia, ese tiempo en el que parece que nadie te entiende y uno solo quiere gritar lo que trae adentro. Con los años me dediqué al periodismo y escribía como testigo: de lo que veía, de lo que me inquietaba, de las ideas que podían abrir un diálogo.
Hace casi una década empecé a escribir ficción. Fue gracias a un taller del chileno Alejandro Zambra, uno de los mejores escritores de nuestra generación. Por correo nos envió una consigna y todos escribimos un breve relato. El mío estaba inspirado en un hecho biográfico, aunque no lo dije entonces. Nos reunimos con Zambra un fin de semana para leer y criticar nuestros textos. Ese relato me recordó cuánto disfruto crear con palabras, y regresé a la escritura.
Hoy les comparto dos recursos que me han ayudado a seguir creando, y a explorar nuevos géneros y formas de acercarme a la práctica de escribir:
Ana Lissardy. La he mencionado en un par de textos recientes porque estoy participando en su taller Transfronterizos. Somos un grupo de escritores de distintos países en Latinoamérica, todos creando en español. Ana nos propone ejercicios que nos sacan de lugares cómodos —a veces extraños, a veces desafiantes— y eso nos ayuda a romper hábitos, a identificar clichés y a mirar nuestras historias con ojos nuevos. He disfrutado mucho estos encuentros semanales y pronto ofrecerá una versión más corta para escritores que están empezando. Si tienes ganas de practicar, ¡apúntate!
Phantastica. Es una escuela en línea dedicada a escritores de fantasía. Algunos de los autores más reconocidos en España comparten clases que van desde el desarrollo de personajes hasta cómo vender tu libro a una editorial. Yo he tomado cursos de worldbuilding, algo crucial para que las historias fantásticas funcionen. En cada sesión el instructor deja una tarea, y la he usado para ir construyendo el mundo de mi novela. Como las clases están grabadas, puedo acomodarlas a mi horario sin problema, y tomarlas a mi ritmo.








