Fotografía: Luz Donoso. Acción de apoyo: intervención fotográfica en la vía pública. Santiago de Chile, 1982.
Bienvenidos de nuevo a la Bella Práctica,
Esta semana les comparto un texto que comencé en el taller Transfronterizo, facilitado por Ana Lissardy.
Mientras participo en el taller, estoy desarrollando un proyecto en el que el personaje principal emigra a Estados Unidos tras la desaparición de su padre. En los últimos meses, los casos de migrantes no localizados en este país se han incrementado, así que decidí explorar lo cíclico de la desaparición forzada, ya sea directa o indirectamente provocada por el Estado, y ver qué salía.
Este es un relato en el que jugué con la composición, intentando algo más poético e íntimo. El ejercicio me ayudó a encontrar nuevas formas de describir imágenes de una historia que ya había trabajado, y a comunicar esas emociones con más contundencia.
Gracias a quienes se han tomado el tiempo de escribirme, y a los que se alegran de que La Bella Práctica esté de regreso. Ojalá puedan seguir pasando la voz para que más personas se sumen.
¡Nos leemos!
Estado de ausencia
Despierto y siento tu ausencia. Me quedó un hilito amarrado en el corazón, un recordatorio de que no estás, la erosión que amplía el hueco, la incertidumbre de si aún existes.
Tu perfume me avisó que venías, mientras me perdía en la pantalla de risas falsas. Fue la última vez que estuve en tu presencia. Tus botas negras de mantarraya me flanquearon, una línea blanca dividía tu empeine, lo último que vi de ti.
“Chapito”, dijiste, “voy a salir unos días”. Te sentí muy arreglado, ibas a ver a alguien importante, a quien debías mostrar tu mejor versión. Volteando hacia mí, ignorando el televisor, me acariciaste los pies. “Cuídate mucho mi niño”, y hundí el cachete en el cojín.
No te volteé a ver, y el pecho se me había inundado. Unos idiotas bailaban en la tele, y tú te arrepentías. Escuché tus pasos girar, cambiar dirección, de donde estaba mi madre, que ni siquiera se despidió. El cerrar de la puerta fue lo último que escuché de ti.
Dicen que mi padre está desaparecido, aunque aveces prefiero pensar que se está escondiendo. Se cansó de ser padre, hermano, esposo, hijo… Ya no quiso seguir habitando los márgenes, ¿quién vive siquiera una vida decente?.
Desaparecido, no-localizado, perdido, inhallable. Tantos padres en estado de ausencia. Tantos hijos esperando.
Ya han sido muchos años y nunca denunciamos que faltabas. Dicen que te vieron entrar al banco y cambiar un cheque, pero te esfumaste con todo y dinero. Sólo quedó tu carro intacto en las afueras de la ciudad, y tus botas trazaron en la arena una despedida final.
Desvanecido, no reportado, evaporado, desvinculado. Nos hace falta tanta gente. Se van todos al mismo lugar. ¿Quién gana con la inexistencia?
Contaré tu historia, o mi memoria. El olvido es la meta de la desaparición. Todavía cargo el hueco, aunque ahora duele. Ahora yo le falto a otros. Padre, hermano, esposo, hijo… Espero me busquen, espero me encuentren.
Desposeído, inhabilitado, desechable, ilegal. Me fui porque faltabas tú, y ahora yo soy el ausente. ¿Quién gana con mi inexistencia?
Me despedí de la casa y te dejé una disculpa. Llegué aquí, en donde vivo sin existir. Sólo lo que construyo es permanente, yo, mis deseos y memorias no. Me llaman esencial, aunque me prefieren invisible.
Omitido, desterrado, clasificado, procesado. Se refleja el brillo de tantos ojos, tantos otros que también faltan. ¿Quién gana con nuestra inexistencia?
Las luces blancas nos van borrando la piel. La misma que arrebataron los encapuchados. Nos sentaron por horas con las manos atrás, esas que levantaban paredes en la mañana, terminan atadas con plástico y aflicción.
Desaparecido, no reportado, deshechable, perpetuo. Han declarado nuestro destino, ser controlados con el miedo a faltar. Quien gana de la inexistencia.