Yo soy de los que dice “Feliz Año Nuevo” a todo el mundo hasta finales de enero. Me gusta pensar que el primer mes del año es un tiempo de recogimiento, de recuperación, pero también una oportunidad para instalar nuevos hábitos, prácticas quizá, que nos ayuden a ser más saludables, alegres o creativos.
En estos días que comienzan a marcar el calendario, suelo preguntar a otros cómo ven el año que viene. Les pido que imaginen un artículo de revista sobre ellos: ¿qué imagen ilustraría la portada? ¿Qué título llevaría ese texto?
Me da gusto escuchar la manera en que otros ven sus futuros, especialmente aquellos que no lista metas concretas, sino maneras en las que quieren sentirse, o que se quieren visualizar. Me inspira escuchar a otros describir sus intenciones, y también me ayuda a compartir lo que veo para el año entrante, la manera en que me quiero sentir, y alguna frase que me recuerde de mis intenciones.
Para este 2025, mi portada mostraría un camino rodeado de árboles, soleado, con el mar a la derecha, y un acantilado que no deja ver la espuma de la playa. Ningún humano a la vista, solo el camino por recorrer. Silencio y contemplación. En letras superpuestas se leería: “La vida lenta”, y el artículo contaría como desacelerar me ayudará a llegar más pronto a donde quiero estar.
“Yo nunca he entendido por qué vives con tanta prisa”, me dijo una amiga, “¿a donde vas, o de que te escapas?”. Aunque era un comentario casual y no lo discutimos mucho, me pareció muy acertado. Nunca le había puesto nombre a esto: a la capacidad de vivir varias vidas en una sola, de tener cuatro quemadores en la estufa al máximo y estar cocinando en todos ellos, de llenar mis días hasta el punto de estar siempre yendo a mil por hora.
La enfermedad de la prisa
Le llaman “la enfermedad de la prisa”, pero no es más que una mezcla de ansiedad y estrés, un estilo de vida en el que sentimos que siempre estamos atrasados, que tenemos mucho que completar. Este modo de vivir, aunque me ha permitido lograr cosas importantes, no es un ritmo sustentable o saludable. De hecho ni siquiera sabía que había otras maneras de existir.
En una sociedad que glorifica la eficacia y la productividad, nos convertimos en pequeñas máquinas, seres que consumen grandes cantidades de energía mental en la planeación de lo que viene, para no atrasarnos en lo que estamos. Siempre tenemos que hacer más, comprar más, tener más. Nuestros cuerpos moviéndose rápido impulsados por nuestros cerebros hambrientos, y nuestras almas, nuestra escencia, las partes más calladas de nosotros se quedan rezagadas, esperando un momento de calma para alcanzarnos.
Este año la grease “La vida lenta” será un intento de unir mi esencia con mi cuerpo. Poder encontrar momentos de alineación, en los que mi conciencia esté tan presente que pueda escuchar todo lo de adentro y alrededor. Es cuando escribo mejor, cuando escribo desde lo que siento y observo, y no solo desde la razón.
Un santuario para la creación
La palabra santuario proviene del latín sanctus (sagrado), y arium (lugar). Aprendí de este término en relación a la escritura durante una capacitación con Unicorn. Nos enseñaron a cómo ayudar a otros a crear santuarios para la creación. Me gustó tanto la idea que ahora la aplico no solo para escribir, sino para encontrar momentos de conexión conmigo mismo.
Un santuario puede ser un espacio físico: el espacio en el que escribimos, donde nos sentamos, lo que tenemos enfrente, el tiempo que le dedicamos, lo que nos incita o perturba nuestra creatividad. Pero a mi me gusta el término santuario en su forma más íntima. Al final de cuentas, sanctus viene de sacer, algo que en latín se utilizaba para designar a los dioses, lugares inviolables que eran utilizados para el culto. Quiero pensar que cuando escribo, me conecto con esas partes de mi ser, con los lugares más sagrados, más divinos, también más oscuros. Estos rincones son dónde encuentro historias, o jalo memorias que iluminan diálogos e ideas.
No me resulta fácil llegar a esos niveles de intimidad. He estado tan sobreestimulado por tanto tiempo que estar con calma y sin darle vueltas al molino de la razón, es algo difícil, aunque no inalcanzable, ni permanente.
Cuando hablo de calma, no me refiero a no hacer nada. Hay muchos otros que pueden expresarse mejor del descanso como resistencia, o la realidad de que no todos tenemos el privilegio de parar de hacer algo, o dejar de estresarnos, pero mi calma es otra. Es la que necesito para crear, y en particular cómo me ayuda a mí a crear, alguien medio neurótico y acelerado que podría escribir una enciclopedia de sinsentidos. Cada quien, si lo desea, puede encontrar la claridad mental a su manera.
“Corro, luego existo.” - Haruki Murakami
La mejor manera para calmarme y crear desde la presencia es correr. Este no ha sido siempre el caso, de joven me gustaba reprimir el sueño y escribir desde el delirio de la insomnia. Ahora, necesito descansar para tener la disciplina de correr, y cuando corro, es cuando tengo más claridad mental, y es ahí que intento deshilar las cosas que escribo.
Dado a que correr es un acto de resistencia física, tengo que estar poniéndole atención a mi postura, la manera en la que voy respirando, notar algun dolor o molestia para cambiar el ritmo. Correr es de los únicos espacios donde mi cerebro se calma. Cuando encuentro un buen ritmo, ese nivel que Mihály Csíkszentmihályi llamó The flow, entonces puedo ponerme a pensar en lo que estoy escribiendo, o quiero crear. Al final de la corrida anoto puntos de lo que procesé en esos espacios de claridad, y ya después con calma los desarrollo.
Otro espacio donde encuentro claridad es cuando viajo solo. En esos momentos me convierto en un par de ojos en el mundo, un observador silencioso. Me siento en un bar sin interactuar o en una banca escuchando los sonidos del lugar. Andrés Neuman lo llama “viajar viendo”. Para mí, es un santuario temporal donde las distracciones desaparecen y la observación se convierte en creación.
Las señales del cuerpo
Cuando estoy muy desalineado, mi cuerpo me lo dice. Los hombros, los traigo cerca de las orejas, y solo cuando lo noto los puedo bajar después de respirar profundamente. En los peores casos me salen llagas en la boca, producto del movimiento excesivo de la lengua contra el interior de las mejillas. Por supuesto también me enfermo con regularidad y me convierto en una persona distanciada, que está sólo en lo físico, pero en la mente estoy en el ojo de un huracán de pensamientos.
No siempre estoy en estas condiciones, la mayoría del tiempo puedo mitigarlo con prevención. Por ejemplo, si dejo de hacer ejercicio, me sucede más rápido. Si dejo de escribir en mi diario, lo noto mucho después. Si no origino pausas en mi día para respirar, para checar en cómo ando y que necesito, me acelero y comienzo a encontrar más cosas que hacer, procesar, pensar. Prevenir es la mejor manera de notar, después de todo la mejor herramienta del ser humano es la consciencia, y usarla es el primer paso.
Estoy editando esto desde el centro de México, donde estaré unos días para recalibrarme y reconectar con esa parte sagrada que describo. Espero el nuevo año les traiga paz, alegría y propósito, y que encuentren santuarios donde conecten con las partes más divinas de su ser.
¿Qué sería la portada de tu 2025? ¿Qué señales te da tu cuerpo para decirte que necesitas desacelerar? ¿De qué maneras creas santuarios para escucharte?
Ayúdame a seguir creciendo esta comunidad, y comparte la Bella Práctica con otros. Te agradezco por acompañarme este año. ¡Espero podamos seguir leyéndonos en el 2025!
Leyendo uno de tus artículos del fin del año, en el que hablabas de la importancia de leer, noté una profunda conexión con algo que hacía mucho que no sentía, mi necesidad primitiva por crear, por rodearme de belleza creativa. No sé cuál será mi santuario para este año, quizá como tú, será la conexión con mi cuerpo, con el rápido palpitar del corazón, con el aire que respiro y que nutre mis células y mis órganos. Cualquier acción que me lleve a desligarme de los pensamientos obsesivos a los que me he acostumbrado puede ser mi santuario: una caminata matutina, mi práctica de yoga, cantar, bailar, etc. En cuanto a la portada de mi revista, es una excelente pregunta, no sé cuál será ni el título ni la foto. Quizá esté sea mi primer acto de creación que guiará mi 2025 ---- Gracias por la reflexión, me inspiró.