La escritora chicana Gloria Anzaldúa escribió: "Los puentes abarcan espacios liminales entre mundos, espacios que llamo nepantla, una palabra náhuatl que significa tierra entre medio". Para ella, nepantla era una zona de posibilidad donde las identidades se cuestionan y redefinen, un lugar donde vivimos en transformación, viendo de dónde venimos y conscientes de dónde estamos parados.
Solamente he votado una vez en México. Emigré justo antes de las elecciones del 2000, y me tomó muchos años enterarme de que se podía votar desde el extranjero. Saqué mi tarjeta del entonces Instituto Federal Electoral (IFE) desde México, y el día de las elecciones crucé la frontera sur de Arizona para ir a entregar mi voto. Había visto durante tantos años a personas mostrando su dedo pulgar manchado después de ejercer su derecho a votar, un símbolo que aprendí a comprender como la muestra de una democracia en cambio.
Yo me vine a Estados Unidos, como muchos, por las decisiones de la política mexicana. En 1994, después de que se aprobara el Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá, conocido en inglés como NAFTA, nuestra familia comenzó a perderlo todo. En esos años, mi papá había hecho algunos movimientos financieros y había logrado lo que parece el sueño nostálgico de tantos hombres mexicanos: comprar un rancho. Ahora que lo pienso, este sería un buen tema para una práctica futura… bueno, compró el rancho, y dado que los canadienses vendían una leche en polvo muy barata que no necesitaba refrigeración, el mercado de leche fresca mexicana se desplomó. La saturación de leche en el mercado hizo que los ganaderos mexicanos no pudieran competir, y esos años se llevaron a miles de lecherías. Igual pasó con el maíz y muchos otros productos, destruyendo pequeños y medianos mercados a su paso.
No es casualidad que una de las olas migratorias mexicanas de los últimos años fuera después del '94. Campesinos y trabajadores del sector agropecuario se vieron sin posibilidades de competir con la nueva realidad y salieron poco a poco de comunidades rurales y zonas productoras. El gobierno en aquel entonces (y por más de 70 años) era del PRI, y venían de una generación de políticos que apostaban el futuro en la entrega de bienes a gobiernos extranjeros, en particular a los Estados Unidos.
Me tomó algunos años entender esto: que el hecho de emigrar es tan individual, tan personal, que pocas veces lo amarramos a razones sistémicas o políticas. Pero en realidad, todas las olas migratorias son producidas por decisiones de gobernantes, sean económicas, militares o sociales.
Este año voté de nuevo. Lo hice en línea, así que me quedé sin la mancha del dedo, pero con un sentimiento extraño al marcar la boleta con una X. Hace un par de años, me di cuenta de que había cruzado una línea que por mucho tiempo había visto en el futuro: el hecho de que llevo más tiempo residiendo en EUA que en México. Como emigrante, estos pequeños momentos tal vez les sean insignificantes a algunos, pero para mí, fue un golpe a mi identidad como mexicano. ¿Qué quiere decir estar tanto tiempo fuera? ¿Soy todavía de allá? ¿Tengo derecho a participar en la vida política de un país en el que no resido y en el que paso tan poco tiempo?
Me he dedicado a la vinculación de poblaciones en la vida cívica por más de 20 años en los Estados Unidos. Así que me parece curioso hacerme estas preguntas, sentir estas inseguridades. Es como preguntarme si mi participación vale lo mismo que la de alguien que vive allá. Y si hay algo que entiendo, es que en el momento del sufragio, cuando la boleta es contada, mi voto vale lo mismo que el de la persona que lleva 90 años en México. Que mi voto cuenta aquí o allá, y que las dudas que tengo vienen desde la pregunta de si todavía valgo lo que vale un mexicano, la pregunta que nos hacemos acá también, si valemos lo mismo que un "americano".
Pero más allá de mis fragilidades de identidad, el hecho es que los mexicanos no valemos solamente porque así lo dice la democracia. Nací en México y tengo los mismos derechos que cualquier otro mexicano, aunque viva en Alaska o Nogales, Arizona. Y tal vez lo que me hace falta, y presumo a muchos de nosotros, es una plataforma política en la que podamos también entablar nuestras demandas. Que no votamos nomás desde acá, sino que votamos desde acá porque tenemos exigencias del gobierno mexicano para mejorar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos allá.
Los mexicanos de este lado de la frontera mandamos en 2024 más de 63,000 millones de dólares, o sea, en gringo serían 63 billones de los verdes. Este es un récord histórico, nunca antes tanto dinero había sido enviado a México desde el exterior, y el impacto de esos ingresos a familias y comunidades es crítico para el bienestar de millones de mexicanos. Los que vivimos fuera de México somos un motor económico, sin embargo, no tenemos ninguna voz genuina en la toma de decisiones de presupuestos estatales y federales. Y algunos podrían decir que al votar por presidente y al senado en el extranjero, influimos en las decisiones políticas, pero la realidad es que no estamos organizados de este lado, no tenemos la infraestructura política para hacer demandas que cambien las políticas que impactan a nuestras familias, y las pocas asociaciones son formadas dentro del oficialismo de los consulados mexicanos, los cuales no son instituciones neutrales y se enfocan en ofrecer servicios como la expedición de documentos y la protección consular.
Nuestro impacto como mexicanos que residimos en Estados Unidos no se detiene en las remesas. En el intercambio comercial, México es el socio más importante de EUA, con más de 800 mil millones de dólares que entran y salen de ambos países. Este vaivén de bienes no solo derrama ingresos a comunidades de ambos lados de la frontera, sino que es sostenido por comunidades fronterizas que son impactadas por políticas binacionales en temas de seguridad y migración. Por ejemplo, a las personas que vivimos en estados como Arizona, donde nuestro mayor socio comercial es el estado de Sonora, nos conviene poner atención e influir en las decisiones que se toman en México, dado que pueden impactar el movimiento de nuestras familias que viven en regiones fronterizas. Necesitamos unirnos como mexicanos en estados-frontera y generar demandas que las conviertan en zonas seguras, con oportunidades económicas y un trato humanitario y justo a la gente que las usa como comunidades de tránsito. De momento, nuestras fronteras permiten el paso de bienes de manera eficiente y segura, pero las vidas de las familias de estas zonas son constantemente amenazadas por la violencia del crimen organizado y la falta de inversión social en el acopio y procesamiento de comunidades migrantes de tránsito.
México se ha convertido en un país de tránsito y destino en los últimos años. Millones de migrantes de todo el mundo usan el territorio mexicano para llegar a los Estados Unidos, y algunos han encontrado en México un lugar estable en el que pueden buscar una mejor vida. En las últimas visitas a distintas regiones del país, la conversación sobre la llegada de migrantes está por todas partes. Algunos acusan a estas personas del incremento en el crimen en sus ciudades, aunque estudios demuestran que los migrantes son mucho menos propensos a cometer crímenes. El hecho es que el estado de criminalidad en México es tan alto que los migrantes se han convertido en una mercancía para el crimen organizado, convirtiéndolos en víctimas de horrendas vejaciones y siendo además acusados de perpetradores. Como migrantes mexicanos, nosotros tenemos una perspectiva importante en este tema y, de hecho, una responsabilidad moral, la cual debemos convertir en una serie de demandas para que mejoren las circunstancias políticas en México para las comunidades migrantes.
Este domingo se elegirá a la próxima presidenta de México, y por lo que parece, será la continuidad del gobierno de Morena, un movimiento político que nació hace apenas más de 10 años y que ha tomado el sistema político mexicano en sus manos. Desde las grandes mayorías en gubernaturas y alcaldías, hasta el control del Congreso y el sistema Ejecutivo. Si el mandato de AMLO es una señal de lo que vendrá, tenemos mucho que exigir como mexicanos en el exterior.
Durante la presidencia de Trump, Obrador se mostró amigable y cooperativo con un hombre que se expresa de nosotros y de nuestro país con odio y mentiras. Durante estos años, el presidente mexicano militarizó aún más la frontera, pero no creó políticas de inversión social en las zonas fronterizas ni defendió a los mexicanos que residimos acá ante los constantes ataques del ejecutivo estadounidense, el cual incrementó crímenes de odio contra nuestra comunidad.
Durante el mandato de Biden, AMLO ha tenido algunos momentos acertados, como el responderle al presidente en curso que invierta en las economías de los países de origen migratorio, y no solo exija la militarización de las fronteras. Esta retórica es importante para crear conciencia sobre las realidades de la migración, pero se queda corta en las acciones, y los abusos contra comunidades migrantes a manos de autoridades y el crimen organizado continúan siendo documentados, sin un plan de acción radical que cambie las realidades de las comunidades afectadas.
Por su parte, la política social de AMLO, y lo que parece una continuación de Sheinbaum, es expansiva. Los programas de apoyo a personas de la tercera edad, estudiantes y jóvenes con retos de desarrollo son todo un éxito. Ha habido un alza en la calidad de vida (salud, educación) en comunidades de distintas condiciones sociales, incluyendo las más impactadas por la inequidad, resultado de la consolidación de organismos gubernamentales redundantes y los programas de financiación por las instituciones del estado.
Pero estas inversiones no parecen sustentables. Aunque en México la economía y el “super peso” se han fortalecido gracias a distintos factores, incluyendo la impresionante inversión económica extranjera (están buenos los intereses) y el nearshoring, gran parte de esos ingresos se están quedando en cuentas de bancos de ricos. Las proyecciones de ingresos al presupuesto en México apuntan a un posible crecimiento de la deuda pública, lo cual necesitará mucha creatividad para seguir invirtiendo y evitar que se acabe el dinero. Esto es posible, pero no sin un serio plan para terminar con la incertidumbre que genera la violencia en contra de los mexicanos, incluyendo a pequeños y medianos negocios, y la dura competencia que estas nuevas inversiones extranjeras les está generando a compañías mexicanas en temas de mano de obra y producción.
México y Estados Unidos han influido por siempre en la política de ambos países. Desde Estados Unidos, algunos de los líderes intelectuales de la Revolución Mexicana ayudaron a gestionar los alzamientos (Teresa Urrea, Flores Magón), pero también Estados Unidos ha intentado meter mano en ambos lados, incluyendo hasta la creación del FBI para perseguir rebeldes mexicanos residiendo de este lado. En el futuro, esta relación parece ser aún más simbiótica, en la que ambos países se necesitan cada vez más para su funcionamiento, aunque sus políticos parezcan simplemente jugar peligrosamente con la retórica, creando más divisiones en vez de producir soluciones a los problemas que nos impactan a los mexicanos de ambos lados.
Así que al igual que hace seis años, este 2024 votaré por presidente en ambos países, desde nepantla, entre y desde México y Estados Unidos. Este espacio liminal es único, me permite pensar en la manera en que ambos países se relacionan, y también a exigir a ambos estados que se pongan las pilas, que gobiernen para nosotros, y no contra nosotros.
Somos más de 11 millones de personas que nacimos en México y residimos en los Estados Unidos, y 40 millones si incluimos a descendientes que pueden ejercer su voto. Somos un bloque político importante, sin embargo, no somos considerados un bloque político unido, con aspiraciones y posiciones claras de lo que exigimos. Evidentemente, no estaríamos todos de acuerdo en todo, pero deberíamos iniciar con el diálogo, crear espacios en los que podamos unir nuestras imaginaciones y perspectivas como migrantes, y generar políticas desde acá, desde nepantla, desde el in-between, seguros de que nuestra participación y exigencias valen lo mismo que la de los que viven allá.
¿Y tú, piensas que es importante votar en tu país de origen o descendencia?, ¿Votaste en estas elecciones?
Me parace insólito la cantidad de dinero que mandamos a nuestras familias viviendo en México. Estoy de acuerdo en que necesitamos una plataforma para exigir y participar de una manera democrática junto con nuestras familias de allá. Excelente publicación, Luis.
Estoy de acuerdo en que nos tenemos que unir y participar en la democracia juntos , muy interesante publicación Excelente Luis