El caso de Arizona
Este estado puede ser la advertencia de lo que viene para los Estados Unidos
Foto: Alonso Parra
Esta es la cuarta entrega de la serie ¿Por qué votar? Una colección de siete textos en los que propongo razones por las cuales votar es importante en el 2024. Si ya estás convencido de que vas a votar, pues ojalá te sirvan como armamento para convencer a otros. Y si no piensas votar, dime qué piensas de mis argumentos, ¡me encantaría leerte!
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Dicen que no hay derecho ganado que no deba defenderse, y en Arizona esto es más cierto que nunca.
En el estado donde resido, hubo un tiempo en el que podíamos desayunar con la noticia de que agentes del Sheriff Arpaio habían golpeado a una mujer inmigrante embarazada. Para el mediodía, la legislatura aprobaba una ley que prohibía que se hablara español en las escuelas, y para después de la cena, las noticias reportaban una redada en un carwash de la ciudad. Todos estos casos reales (1, 2, 3), todo este terror era nuestro día a día.
En aquel entonces, yo trabajaba en una estación de radio. Tenía la gran suerte de conducir un programa de noticias y entrevistas de lunes a viernes, y dado su alcance, se convirtió en una plataforma en donde la comunidad mandaba mensajes: “Una marcha el jueves a las 5 de la tarde en la calle 24…”, “La escuela primaria Granada conducirá un taller de cómo protegerse de la deportación…”, etc. Éramos una plataforma que me dio la oportunidad de conocer a personas luchando y organizando sus comunidades. Aunque ya me había involucrado en el movimiento antes de trabajar en la radio, fue en estos días cuando aprendí más de la estrategia, de cómo se hace el cambio social. Eran tiempos difíciles, pero también momentos que forjaron líderes que hasta hoy siguen luchando, y se crearon alianzas que nos siguen beneficiando a todos los arizonenses.
El pasado cuatro de mayo, la legislatura estatal mandó a los votantes de Arizona un plebiscito en el que, por medio del voto, los arizonenses podrían darle el poder a la policía para que actúen como agentes de migración, empoderándolos para que detengan personas que ellos sospechen son indocumentadas. Justo esta semana, el Departamento de Justicia encontró que la policía de Phoenix tiene un historial de discriminación contra sus residentes latinos, haciéndolos 12 veces más susceptibles a ser detenidos. Esta ley no solo hace esta discriminación legal, sino también les da inmunidad, protegiéndolos de demandas o querellas legales.
No será sorpresa para muchos que la policía nos detenga más a aquellos que somos más morenos, hablemos con acento, vivamos en ciertos barrios, etc. Es algo que vivimos. En los días en los que Arpaio terrorizaba a nuestras comunidades, fui detenido 12 veces en un periodo de dos años. La gran mayoría por razones insignificantes, desde según ellos ser parecido a un sospechoso de robo, o que giré muy amplio en una esquina. Tampoco será sorpresa que la legislatura quiera legalizar la discriminación en Arizona; en 2010, la SB1070 permitía lo mismo. Pero esta nueva ley viene con más maldad, no se conforman con hacer sospechosos a los que manejamos "while brown" como dicen por acá, sino que incluye cambios a las leyes de beneficios públicos, entre otras cosas.
“¿Pero esto va a movilizar a los latinos, no?”, me han preguntado amigos y familiares cuando recuerdan que va a ser votada por la población en noviembre. Al final de cuentas, el 40% de los arizonenses son latinos. El problema es que somos solo el 20% de los votantes, y además, ser latino no equivale a ser pro-inmigrante. En 2004, una ley que le arrebató el derecho a DREAMers de asistir a la universidad fue aprobada por 4 de cada 10 latinos que votaron ese año.
Es una propuesta peligrosa, pero también es una señal de que los Estados Unidos se "arizonizaron", o sea, que el clima político que vivíamos en nuestro estado desde el inicio de los 2000s, y hasta la década pasada, se metastizó a nivel nacional, y su líder es Donald Trump.
La noche de su elección, en 2016, y después de una campaña en la que calificó a los inmigrantes como criminales y escoria humana, me di a la tarea de llamar a seres queridos que no tenían papeles. Quería saber cómo estaban y qué pensaban del momento. Uno de ellos fue mi amigo Armando, que me respondió riéndose: “Pues a mí Trump no me asusta. El resto del país debería aprender algo de Arizona. ¡Ya le hemos ganado a malos así antes!”. Me sorprendió mucho su comentario, no lo había pensado de esa manera. Arizona era un microcosmos de lo que se venía. Y ese momento me ayudó a ver que, de alguna manera, nosotros estábamos viviendo en el futuro. Un estado que pensé siempre como retrasado puede, de hecho, ser la advertencia que informe lo que viene, y podríamos aprender mucho de esto.
Esta es una realidad no solo en temas migratorios. El estado de Arizona ha sido por décadas un lugar de gran polarización política. Históricamente, gran parte de la gente en el poder proviene o es influenciada por las zonas rurales del estado. Al igual que en los Estados Unidos, las políticas públicas de Arizona son diseñadas desde lugares poco representativos de la mayoría de la población, creando tensiones de poder entre los valores de aquellos que viven en zonas con poca diversidad o intercambio social (comunidades rurales) y los que viven en ciudades y estados multi-raciales con retos complejos que se interconectan entre ellos. De momento, Estados Unidos pasa por lo que hemos estado pasando en Arizona: las tensiones de valores y prejuicios que genera una sociedad regida por la “tradición”, o de aferrarse a lo que ha sido y negarse a abrir los ojos a la realidad que viene. Una sociedad plural, diversa y cada vez menos atada a los prejuicios de género, raza y orientación sexual, una sociedad buscando la liberación.
Una de las áreas más evidentes en las que la idea de que Arizona es un microcosmos del futuro de los Estados Unidos es en el cambio climático. La ciudad de Phoenix es la ciudad más grande y más caliente del país. Solamente en un día murieron cuatro personas a causa del calor hace unas semanas. La disponibilidad de agua se proyecta a niveles preocupantes en los próximos años, y millones de migrantes climáticos han dejado sus hogares y caminan por el desierto todos los días. El cambio climático parece algo que apenas viene para muchos, pero para nosotros ya está aquí, en Arizona, y nos ha estado cambiando la vida.
Pero más allá de los retos, así como compartí la semana pasada, el futuro es incierto; lo que importa es quién está a cargo de imaginarse lo que queremos que sea. Y si Arizona es como Casandra, la diosa griega, y nos está diciendo lo que va a pasar, entonces lo que viene para el resto del país es una transición de poder.
Hace dos años, por ejemplo, una coalición liderada por personas indocumentadas derogó la ley que mencioné antes, la que no permitía que estudiantes sin papeles fueran a la universidad. Casi 20 años después, los mismos que se vieron afectados cambiaron las leyes estatales. Y no solo se trata de leyes; durante la pandemia, organizaciones lideradas por muchos de aquellos que usaban la radio para mandar mensajes a la comunidad juntaron millones de dólares en fondos de cooperación para personas que no calificaban para la ayuda económica que aprobó Trump, mostrando una habilidad de coordinación y liderazgo resiliente y fuerte en la comunidad latina de Arizona.
En los próximos dos años se proyecta que Arizona se convierta en un estado en el que la mayoría de la población será una mezcla de Negros, asiáticos, indígenas y latinos, siendo estos últimos la población más grande de esta nueva mayoría. Esta misma mezcla se proyecta representará el número más grande en la población de los Estados Unidos en 2045. Una vez más, Arizona es el futuro.
A los que dicen que nada cambia, pues no hay mejor muestra que lo que ha cambiado Arizona. A los que dicen que no vale la pena votar porque todo sigue igual, no han estado poniendo atención a la manera en que hemos podido no solo detener ataques en los últimos años, sino que hemos hecho avances en nuestros derechos. Dejar de participar es olvidarnos de lo que hemos logrado hasta ahora, es ignorar las luchas de nuestras familias, las de nuestros antepasados, y dejar las cosas en manos de un puñado de gente con miedo de perder su poder.
Arizona nos muestra que cuando nos organizamos podemos luchar y crear. Y que aunque el cambio que queremos ver no viene a prisa, y retos como la nueva propuesta discriminatoria nos quieren retrasar, nuestras comunidades tienen una sabiduría profunda, una manera creativa de ver el mundo, y que este no es el momento de rendirnos, no es el momento de entregar nuestro poder. Es el momento de tomarlo y de forjar el futuro no solo de Arizona, sino el futuro de muchas comunidades que pueden aprender de nosotros también.
¿Será que en Arizona vivimos en el futuro?, ¿O será que vivo delulu?
Los delulus son los autodespreciados aspirantes del misógino Trump. En Arizona esta generación tiene que reconocer que estamos en la misma lucha de nuestros antepasados. Y nuestros padres y nuestras madres nos dejaron la formula del éxito para el presente y el futuro de nuestro país: "cuando nos organizamos podemos luchar y crear." En realidad este año nuestra comunidad en Arizona tiene la oportunidad de resucitar la democracia y poner al fin la autocracia del racismo y fascismo. Adelante!